Momentos antes de escribir esta columna, leo con zozobra la nota que presenta Milenio, en la que se afirma que el gobernador electo de Veracruz, Miguel Ángel Yunes, informó que Javier Duarte, el ahora ex-mandatario estatal, huyó de la entidad en un helicóptero facilitado por el gobernador interino Flavino Ríos.
La noticia pudo ser, de inicio, sorprendente para mí, pero minutos después resultó un obvio desenlace ante las circunstancias actuales: con las contundentes acusaciones de enriquecimiento ilícito y corrupción sobre su cabeza, era más fácil que el peor gobernante que ha tenido aquella entidad se diera a la fuga, en lugar de afrontar con valentía lo que, según él, son imputaciones sin fundamento.
Nada nuevo para un país como el nuestro, en el que la impunidad es el segundo apellido de una parte importante de la clase política. No quiero citar casos como el de Humberto Moreira, acusado también de dilapidar millones de pesos del erario para pagar por asesorías a empresas fantasma. Cínica muestra de que la forma de gobernar del partido tricolor es completamente cuestionable desde donde se le mire.
La de Duarte es una triste pero común historia en la que los medios de comunicación han jugado un papel fundamental para el desarrollo de ésta. En primer lugar, tristemente podemos mencionar a Veracruz como una de las peores entidades para ejercer el periodismo. Tan sólo en la administración del gobernador saliente fueron ejecutados 17 reporteros, todos ligados a investigaciones periodísticas sobre los malos manejos del propio gobierno estatal o de las acciones del crimen organizado.
Es por todos sabido que el oficio del periodista es uno de los menos favorecidos en nuestro país, sin embargo, las aberrantes políticas como las de la administración priista de Javier Duarte lograron que más que una profesión, el periodismo se convirtiera en un macabro juego en el que, o te callas y hablas bien del gobernador o te atienes a las consecuencias de una vengativa e iracunda forma de tapar el sol con un dedo.
“Plata o plomo”, era la peliaguda frase que al respecto formulaba un Pablo Escobar en los años ochenta. Hoy en pleno siglo XXI, las circunstancias hacen que esto se pueda aplicar desde un rancio poder.
En el polo opuesto, fueron los medios de comunicación, eso sí, los no asentados en Veracruz, sino en el exterior, quienes destaparon la podredumbre que prevaleció durante la gubernatura de Duarte. Animal Político, portal independiente dedicado a realizar una admirable labor de investigación periodística, fue el medio responsable en denunciar las más de 130 empresas fantasma creadas por el gobernador con licencia, entes que ordeñaban copiosos recursos del presupuesto estatal y que hoy son la panacea del representante del ejecutivo estatal, cuyo paradero hoy se desconoce.
Así, en un simple análisis, limitémonos a mencionar que el periodismo, lastimado, golpeado en varias circunstancias, es capaz, en otras, de acercarle la dignidad a un pueblo hambriento de justicia y cansado de nombres como Javier Duarte, Humberto Moreira, Guillermo Padrés, Roberto Borge, Mario Marín y un largo etcétera, más los que se acumulen.
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